LA MIGUELITA
Vivíamos en La Esperanza, una villa miseria al otro lado de las vías e íbamos a la Escuela Sarmiento, la escuela de los "negros", como la llamaban despectivamente en la ciudad. Una escuelita que, a duras penas, se mantenía en pie al final del caserío y era el blanco de nuestro odio, nuestra pobreza y la cotidiana violencia de la villa. Robábamos las canillas, rompíamos los inodoros y los vidrios de las aulas, los que no se reponían hasta el año siguiente, por lo que, en el invierno, corría un chijete mortal que se filtraba por las ventanas. Para beneficio de la escuela, cuando estábamos en cuarto grado, todo ese odio se canalizó hacia una persona. Se incorporó a nuestro grado, un pibe nuevo, llamado Miguel, rubio, de ojos celestes, que vivía en una casa muy elegante, de dos pisos, en el otro lado de la vía. Para colmo de males, el movimiento de sus manos, la entonación de su voz, sus caídas de ojos y su modo de sentarse eran más femeninos que el de todas las mujere...