JOAN MANUEL SERRAT Y MI NIÑEZ

 


-1-

Independientemente de la admiración que siento por Joan Manuel Serrat, por su poesía y su música, por su personalidad y su coherencia, me maravilla que hayamos tenido infancias tan parecidas y pueda reflejar, a través de sus canciones, mis mismos recuerdos, sentimientos y vivencias en un pueblo chico junto al mar; él allí en el Mediterráneo y yo aquí, en el otro extremo del Océano Atlántico, en las costas de San Clemente del Tuyú.

Sin duda, alguna asignatura pendiente debe haberme quedado en mi repentina ida a Buenos Aires, pues me sensibilizan enormemente todos aquellos acontecimientos o referencias que me remonten a mi infancia.

En aquel momento tenía once años y tomé mi trasplante a la gran ciudad como algo natural: todo era nuevo y excitante, una nueva vida, un mundo diferente.  Pero, seguramente, algo se resistió a morir y quedó allí, junto a los médanos, para siempre.

Entonces, cuando Serrat me dice en "Mediterráneo":

 

"Quizás porque mi niñez
sigue jugando en tu playa
y escondido tras las cañas
duerme mi primer amor,
llevo tu luz y tu olor
por donde quiera que vaya
y amontonado en tu arena
guardo amor, juegos y penas."

 siento que algo se me ha perdido y mis ojos se llenan de lágrimas.

 -2-

Cuando tenía nueve años, comenzaron a hacer las obras para proveer de cloacas a todo el pueblo.  Para ello, hacían unas zanjas enormes de vereda a vereda que ocupaban toda la cuadra y, dada la proximidad del mar, se llenaban de agua, formando unas inmensas lagunas que eran la delicia y el motivo de aventuras para todos los pibes del pueblo.

Con el Flaco Perelli, ocupábamos toda la tarde en construir un puerto de cada lado de la laguna, cuidando todos los detalles que nos permitían los precarios elementos con que contábamos: maderitas, piedras, hojas y conchillas.  Así y todo, eran unas obras de ingeniería espectaculares que admirábamos con la satisfacción de las cosas bien hechas.

Luego nos abocábamos a hacer un barco, con maderas mal clavadas y velas de sábana vieja, para transportar coquitos de eucaliptos de una orilla a la otra.

Cuando teníamos todo listo, ya se había hecho de noche y teníamos que volver cada uno a su casa y nos alejábamos admirando nuestras obras que, al día siguiente, debíamos comenzar de cero nuevamente.  Otras veces, pasaba que el barco no navegaba bien y perdíamos toda la tarde rescatándolo a piedrazos desde el medio de la laguna.

Yo había olvidado todo aquello y, un día, Serrat escribió:

 

” Cuando el canal era un río,
cuando el estanque era el mar
y navegar era jugar con el viento,
era una sonrisa a tiempo
fugándose feliz, de país en país,
entre la escuela y mi casa;
después‚ el tiempo pasa
Y te olvidas de aquel barquito de papel."

 y vino el Flaco Perelli, con su nariz enorme y sus piernas flacas, después de tomar la leche, a invitarme a jugar en la laguna.

 -3-

Mucho escribió Joan Manuel Serrat sobre su infancia que también fue la mía y contó recuerdos que son los míos.  En casa siempre hubo algún gato y mi papá siempre le ponía nombres futboleros y, particularmente, relacionados con Independiente: Erico, Grillo y cosas por el estilo que mi mamá odiaba y debía soportar mientras el gato viviera.

Cuando yo tenía 6 años y mi hermana 4, queríamos tener un gato, así que mis padres se decidieron con la condición de que el nombre lo pusiera mi mamá para que el desdichado animal tuviera un nombre como la gente.  Así, hubo una sucesión de gatos llamados Alhelí y Azucena que, por distintas razones, no duraban ni una semana.

Una noche en que volvíamos del cine, encontramos al reparo de una huella en la arena, un gatito recién nacido, lleno de pulgas y llorando de hambre.  Mi mamá lo bañó, le dio leche calentita con una cuchara, lo acostó abrigadito y mi papá le puso el nombre: Dale Rojo.

El Dale Rojo fue nuestro compañero de juegos durante toda la infancia, hizo de caballo, de bebé, de enemigo, de tigre y de león, nos acompañaba hasta la esquina cuando nos íbamos a la escuela y se hacía el muerto cuando le tirábamos un tiro con el revólver de juguete.

Aún escucho el ronroneo cuando recuerdo aquellos atardeceres, en la galería, en la que el Dale Rojo se dormía en mis brazos mientras le rascaba la cabeza.

¿En qué Dale Rojo se habrá inspirado Joan Manuel cuando escribió "Mi Niñez"?

 

"Tenía diez años y un gato
peludo, funámbulo y necio
que me esperaba en los alambres del patio
a la vuelta del colegio.”

 -4-

Pero hay una canción que es mi preferida, pues resume mi historia y mi sentimiento respecto a la infancia que se llama "Mis Gaviotas".  Al igual que Serrat yo volví a mi pueblo después de diez años; ya era mayor de edad, estaba estudiando en la Universidad y tenía mi vida organizada, sin embargo, volvía a buscar algo que se me había perdido en el camino, sin saber muy bien qué era.

El pueblo no era el que yo recordaba, pues yo tampoco era el mismo y jirones de mi memoria trataban de reconstruir un pasado que ya no existía.  Las calles de arena estaban asfaltadas sepultando los puertos del Flaco Perelli y dos niños ya habían dejado de jugar con un gato, un día de Julio, a las tres de la tarde.

 

           MIS GAVIOTAS

 Jugando, ayer, desnudo por la arena
mi niñez, poco a poco, vi pasar.
Se me escapó sin darme cuenta, apenas,
soñando con volar.
Irme... volando con el viento.
Aré... sobre el agua un momento.
Crecí soñando, cerca del mar,
junto a unas rocas que no sabían volar,
no sabían volar como mis gaviotas...
 Y me fui...
Lejos de allí, aquel día.
Sin mirar atrás,
creí que jamás volvería
Me encontré un cardo, una flor,
un sueño, un amor, una tristeza...
Me fui solo y luego fuimos dos.
Un beso, un adiós y todo empieza...
Otra canción, otra ilusión,
otras cosas...
Harto ya de andar
hoy volví a buscar mis gaviotas.
 Y no las vi ellas también se fueron
de aquel rincón que nos unió una vez.
Me quedé solo escarbando en el suelo
buscando mi niñez.
Ellas... no han de volver jamás.
Ellas... la dejaron atrás,
bajo la arena, cerca del mar,
junto a unas rocas que no sabían volar,
no sabían volar como mis gaviotas...
 Y me voy,
más triste, hoy, que aquel día,
que, sin mirar atrás,
creí que jamás volvería...

 

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