AUTOBIOGRAFIA INCONCLUSA DE UN AUTOR ANONIMO
I
- Ma, ¿Y ese libro qué es? -
- Es el libro del abuelo - decía mi madre con un fervor reverencial. Y el libro estaba allí, en el estante más alto de la biblioteca, forrado en papel araña azul, intrigándome hasta la obsesión. Era demasiado gordo para mis condiciones de lector y demasiado hermético para mi entendimiento, pero, cuando tenía quince años, me decidí y comencé a leerlo.
El libro se llamaba “Campo Huacho” y contaba las vivencias de un niño de principios de siglo en las tierras, alguna vez prósperas, de Conlara, al norte de la provincia de San Luis. Con su escritura llana y sus modismos puntanos, me trasladó a un mundo que nunca había imaginado, me ayudó a amar aspectos de un abuelo al que casi no conocí, pues murió cuando yo era un niño.
Su libro estaba allí. Su infancia estaría, por siempre, entre los estantes de la biblioteca ayudándome a entender mi esencia, mis miedos y mis porqués.
II
Cuando estaba en sexto grado, la señorita Nelly apareció, a principios de mayo, con una pila de libros traídos desde la biblioteca: había comenzado la Iniciación Literaria. Cada uno elegía el libro que más le gustaba (o creía que le gustaría más) y, después de leerlo con atención, debíamos escribir un nuevo libro, con prólogo y todo, en donde resumíamos el argumento, la descripción de los personajes, las características de la época y las opiniones sobre gustos y disgustos de la obra.
En realidad, era toda una excusa para que leyéramos algún libro y, de hecho, leímos cuatro o cinco libros a lo largo del año. Recuerdo que aquel primer trabajo lo dediqué a mi abuelo que también había escrito un libro.
Me fascinaban aquellos trabajos de Iniciación Literaria, me transportaban a otro mundo, descubrí que me gustaba leer, pues mi mente viajaba por lugares distantes y me emocionaba o reía con aquellas historias fabulosas o me dormía pensando en las desventuras de Robinson Crusoe en aquella isla solitaria.
Nunca más volví a sentirme solo en la vida y a la señorita Nelly (que, seguramente, era una loca por los libros como hoy lo soy yo), siempre le estaré agradecido por mi Iniciación Literaria.
III
En el año 1971, mi vida estaba signada por los avatares de las materias del colegio secundario. Mañana y tarde en el Otto Krause me dejaban poco tiempo libre para mí mismo y así me debatía entre los libros de estudio y la pelota de fútbol.
Para esa época fui al cine a ver una película española titulada “El espíritu de la colmena”. No recuerdo bien el argumento, pero había un personaje, Fernando, que nunca pude olvidar.
Vivía en Hoyuelos, un pueblecito austero como tantos en las montañas españolas, y por las noches se sentaba junto a una vieja lámpara de querosén para escribir en su cuaderno. Era casi religioso aquel momento, Fernando, concentrado en la penumbra, viviendo a través de su diario y de sus historias una vida más intensa y más profunda y más hermosa que la aridez del pueblo podía brindarle.
Quedé enamorado de aquel momento, de aquella mística, de aquel misterio de un tipo escribiendo en su diario. Salí del cine y compré un cuaderno y aquella noche escribí en mi diario:
“Cuando se toma conciencia de que tomar la lapicera representa un compromiso, que es un compromiso, comienza a costar un poco el escribir algo.
Envidio a Fernando, el del pueblo de Hoyuelos, quien, más allá de su vida sencilla y pobre, podía escribir tantas cosas hermosas en su cuaderno, bebiendo un café cada noche e iluminado por su lámpara de querosén.
Tal vez fuera su propia sencilla vida la que hacía que viera las cosas con mayor claridad u objetividad. No lo sé, lo cierto era que podía poner frases muy dulces y profundas para describir una cosa sencilla.
¿Yo no tengo el mismo don para observar las cosas de todos los días, con detenimiento, y verlas diferentes? ¿O no sé expresarlas?
A veces me conmuevo observando el humo de un cigarrillo o las nubes rojas en el horizonte al despuntar el sol o a una hormiga que viaja atareada con su carga por su sendero sinuoso o a un niño pequeño que me mira con sus grandes ojos curiosos queriendo entender la vida. Sin embargo, estoy aquí y, a cada renglón, como el niño, trato de entender la vida para describirla. Como la hormiga, trato de recorrer mi camino sinuoso, el que yo mismo me tracé, para aprender un poco más. Como el sol, trato, todos los días, de inaugurar un nuevo día, con pomposidad, para recordarme que nazco cada día y debo vivir. Como el humo, desvarío y me diluyo, luego de viborear arremolinado por el espacio de mi mente, entonces, me invade la duda cobarde y meditada de no saber qué escribir, sintiéndome cada vez más lejano de aquel Fernando, el de Hoyuelos, y de aquellos hombres que se expresan con letras y ven la vida.”
IV
Escribí en mi diario durante quince años. Me ayudó a crecer, a conocerme y a tener otro punto de vista de la vida. Muchas veces lloré sobre sus renglones y otras veces registré, con excitación, momentos maravillosos, pero, por sobre todas las cosas, me dio esa chispa, ese deseo, esa búsqueda de perpetuar, en un papel, el lugar y el tiempo que nos tocó vivir y me dio esta emoción que siento ahora cuando veo a mi hija dormida con su libro de cuentos sobre su carita, pues sé que no está sola y sueña con el príncipe que mató al dragón para salvar a la princesa.
Vamos a crecer mucho y juntos en este Blog...
Que lindoooo voy a leerlo me encantan estas historias
ResponderEliminarMuy interesante y cautivador tu historia; realmente me gustó!!! Es otro tema que inspira a escribir y más cuando nos gusta porque como tu abuelito, con la escritura crecemos y a su vez dejamos un lindo recuerdo!!!
EliminarMuchas FELICIDADES!!!
Y me parece que solerlifetech.com va a terminar también poniendo una librería!
Sí, tanto la escritura como la lectura nos abren nuevos mundos.
EliminarAlguien dijo "Escribe algo que valga la pena leer o vive algo que valga la pena escribir"
Buena gerardo . Jca ha
EliminarGracias, Juanca querido, por leer y comentar!!!! Un abrazo
EliminarExcelente, cuántos recuerdos del abuelo me trae, vamos todavía!!!
ResponderEliminarMuchas gracias!!!
EliminarTambién me gusta leer y “curiosear” entre líneas
ResponderEliminarGracias de nuevo por tu sencilla pero hermosa narrativa